Mafalda...Hay dos cosas que no soporto, una de ellas es la pedantería. Las reinas de los mares no existen, por mucho que se empeñen los cargantes en creerlo.

Estas personas en su intento por pretender aprovechar la posible “ignorancia” de sus oyentes, caen en el más absoluto ridículo.

Lo que no sabe la persona pretenciosa es que por educación, su semejante prefiere mirar las estrellas y no perder el tiempo escuchando sandeces. Esto en los mejores casos.

Pero en realidad el sabiondo se alimenta de su ego y de sus alardes de vanidad en soliloquios que no necesitan oyentes para así poder recrearse en su gracia y saber estar.

El estatus social del engolado no es importante, puede aparecer en cualquier medio de los factores sociales sin tener en cuenta la raza, género, edad, ciclo de vida, clase o casta. Por supuesto si el afectado es de una “casta superior”, más posibilidades tiene de encandilar a sus posibles espectadores, pues el espectáculo está asegurado.

La pedantería es una patología y como tal hay que tratarla. El afectado no es consciente de su dolencia. El cree que su adorable y arrebatadora sabiduría es un rasgo de su ingenio y sin pudor alguno, nos puede llevar a la privación voluntaria de la vida si la exposición es prolongada.

Desafortunadamente entre nuestros políticos hay una variedad de pretenciosos a cual más llamativo que padecen un trastorno preocupante, donde su profundidad de campo es, por supuesto, nítida para saber como son pero opaca porque no sabemos hacía donde van, o al menos eso creen ellos.


Viñeta (C) Kino.

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