El paso del tiempoEl tiempo pasa inevitablemente para todos por igual, aunque nos empeñemos en lo contrario.

Quizás la diferencia de querer engañar a los años esté en el poder adquisitivo de la persona, de esa que quiera recurrir a la cirugía y a la cosmética.

Pero la cuestión es que por mucho que se quiera mitigar el impacto de los años en una persona, al final todos sucumbimos ante lo irremediable: el deterioro lógico del paso del tiempo.

Ese trance se puede pasar con dignidad, con miedo, con respeto, con incertidumbre o con el cuerpo saturado de botox.

A lo largo de la historia, a la mujer se le ha pedido un cuidado más exhaustivo en su apariencia física que a un hombre, siempre tiene que estar perfecta y joven. Al varón, sin embargo, se le permite que su figura “cambie” con la edad, no se le recrimina que descuide su físico, al menos no con tanto empeño. Si la mujer no se cuida, llegará a ser una mujer vieja y nada atractiva; en cambio si un hombre desatiende su imagen, sólo será un hombre mayor que tuvo que ser guapo de joven. Los vestigios de belleza que una mujer adulta tuvo, no se ve con tanta nitidez como la del hombre, donde ella tiene descuido, él tiene una madurez atractiva.

La estupidez humana hace entrar y salir de quirófanos a mujeres y hombres estupendos, pero obsesionados con querer parar el tiempo y el tiempo ni se para ni nos espera. Nada puede hacer a una persona más bella que la sencillez y la humildad. Aunque esto parezca una trillada utopía, no es ficción.

Lo irreal es ver como alguien intenta camuflar años vividos a base de cosméticos, masajes, estiramientos, inyecciones tóxicas... y creer que el resultado, dantesco, es bello.

No voy a entrar en consejos que todo el mundo sabe: alimentación sana, deporte, equilibrio y ante todo respetar el paso del tiempo. La eterna juventud no existe, no lo consiguió Dorian Grey y tampoco lo conseguirán una tal Abascal o la cual Preysler, un día explotaran al intentar hablar o mover una ceja.

Todo esto lo digo con la bendita ignorancia que produce una vida alejada de estereotipos de belleza, lo cual no impide que bombardeen este desconocimiento a través de todos los medios posibles para atraer víctimas dispuestas a hacer un pacto con el diablo, aún cuando venga en forma de espectaculares modelos que nada tienen que ver con la realidad.

Aunque la genética pueda influir en el buen mantenimiento del único cuerpo del que disponemos, depende de cada uno como quiera vivir: buscando aceptación mediante belleza artificial o sencillamente siendo tal cual eres.

La foto es de aquí. Dominio público.

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