Cuadro de epocaCurvas, muchas curvas. Curvas mezcladas con árboles frutales. Árboles frutales creciendo al sol. Sol axárquico secando los frutos de la vid, dorando poco a poco las uvas moscatel hasta convertirlas en las más dulces pasas malagueñas con denominación de origen.

Antes de llegar al pueblo del bandolero, pasamos por Cútar, un coqueto pueblo blanco, que ya habitaban en época prehistórica, como se ha demostrado en los restos arqueológicos encontrados en la zona. También en Cútar tuvo lugar “La batalla de la Axarquía”, donde al parecer los cristianos sufrieron grandes bajas.

Pasamos de la MA-147 a la MA-148 que nos lleva hasta el Borge.

Los rebeldes que no huyeron hasta la Alpujarra, opusieron resistencia a los cristianos en este pueblo pionero en el cultivo de cítricos en la comarca, gracias al famoso botánico Ibn Albaitar.

Su iglesia, una obra gótico-renacentista del siglo XVI, preside desde su privilegiada ubicación el pueblo del desgraciadamente famoso Bizco del Borge.

La hora de comer se echaba encima y ya íbamos buscando un lugar donde se nos proporcionara un gazpacho o un ajoblanco que nos refrescara del calor del camino. Y lo encontramos.

“La posada del bandolero” era el lugar perfecto para descansar y degustar el típico almuerzo axarqueño, acompañando las viandas con un excelente caldo del vecino pueblo de Almachar

La actual posada fué la casa natal de Luis Muñoz García, más conocido como el Bizco del Borge, temible bandolero que sembraba el pánico allá por donde pasaba. El historiador veleño Francisco Montoro, versado en la materia, ha escrito el libro “Bandoleros en la Axarquía” donde, con todo lujo de detalles, narra las fechorías de este personaje y otros que como él se dedicaban al pillaje y a la extorsión.

Pero llegados a este punto me gustaría centrarme un poco en la posada tal y como está ahora y más que nada en sus delicias culinarias que nos sorprendieron gratamente.

“La posada del bandolero” es una casa encalada, como debe ser, en cuyo interior se respira historia y tradición. En sus gruesas paredes puede olerse ese compromiso por mantener el testimonio de una parte importante de nuestra cultura de la que no nos queremos desprender y que por suspuesto no debemos hacerlo.

Los retratos que cuelgan de la pared, van contando las leyendas que a lo largo del tiempo se han ido distorsionando, dándole a aquellas época un aire romántico, que dista mucho de la cruda realidad que fue, como nos contara Francisco Montoro en su conferencia sobre bandoleros de la zona.

Paco es un vecino del pueblo que junto con su mujer, son los actuales encargados de que la posada funcione. Con una agradable cercanía y amabilidad, nos atendió y nos sugirió qué podíamos llevarnos a la boca.Posada del bandolero

Y entre unas berenjenas con miel de caña, unos secretos y la ineludible porra antequerana, pasamos las horas calurosas del mediodía, todo esto regado con un fresco vino “El lagar”, un blanco de uva moscatel, que nos dejó un estupendo regusto a pasas e higos.

No nos quedó otra que pensar en la vuelta al camino. Así que después de admirar una vez más la antigua casona reconvertida en posada, nos despedimos del Borge y de Paco.

Ahora ya los aguacates y mangos, transforman todo lo que antes era dorado, en un verdor exuberante, y los frutos verdes o de tonos anaranjados inundan el camino de regreso.

Pasamos cerca de Benamocarra y de lejos pudimos ver las torres de las iglesias de Vélez-Málaga: la de San Juan que está de restauración, la Ermita de los Remedios con su resplandeciente blanco, la bella Parroquia de Santa María…

La vuelta es tan conocida que no nos detenemos a admirar su belleza y desde luego el encanto es incuestionable, pero a lo cotidiano no se le presta la atención que merece y así, dejamos pasar La Viñuela y su impresionante pantano, Periana siempre con la Torca a las espaldas, el internacional Puente Don Manuel, Alcaucin protegido por la Tejeda… y el Boquete que vigila desde lejos y da la bienvenida a todos los viajeros que se adentran en territorio Granadino.

 

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