Violencia de generoMarta iba a tomar algo aquel sábado, junto con su marido y su hijo de cuatro años. Aquel día él estaba simpático. Me refiero a su marido. Se levantó haciéndole carantoñas y ya supo ella que tendría un día bueno.

Respiró tranquila porque sabía que hoy le gustaría la comida, hoy la ropa estaría bien colocada y ella, se pusiera lo que se pusiera... estaría bien vestida. No habían muchos días como este, así que se dispuso para aprovecharlo.

Él le dijo:

-Iremos a tomar algo al bar y luego cenaremos y llevaremos al peque a saltar a los colchones y Marta sonriente preparó todo y se fueron a disfrutar. Fue una noche fantástica. Marta miraba a su niño reírse y jugar con su padre y ella, en su interior silencioso pensaba... ¿por qué no será así todos los días?. Supongo que el matrimonio es así, tiene de todo... no me puedo quejar.

Se fueron a casa al cabo del rato. Ya estaba el niño acostadito y se quedaron solos, ella feliz se abrazó a su marido como deseando que aquel hombre que a veces venía, no se fuera nunca más. Se entregaron el uno al otro y durmiendo abrazados amaneció.

Un fuerte golpe la despertó. Era su marido cerrando la puerta del ropero:

-¡¿Aún no cosiste el bajo del pantalón nuevo?!, gritó y ella, con los ojos aún pegados se levantó de un salto y respondió bajito:

-Pero no te los probaste para coger medida...

-¡Maldita sea, haberlos puesto dónde los viese, que no sirves para nada!,  gritó él.

Las voces despertaron al hijo y Marta acudió a cogerlo y calmarlo y abrazada a él, en su interior silencioso pensó:

Hoy es un mal día, hoy todo estará mal, hoy no le gustará la comida, ni haré nada bien, ni estaré bien vestida... hoy se levantó de mal humor y todo estará mal.

Se vistió, con mallas y camiseta y preparó al niño para la guardería. Preparando el desayuno él la miró de arriba abajo con gesto arrugado y le dijo:

-¿No tienes otra cosa que ponerte?. ¡No te da vergüenza llevar ese pantalón estrecho!. ¡Vas a la calle a que te miren o qué!

-No se como me dices eso, es un pantalón normal que me he puesto cien veces, dijo ella. Y dando un portazo él se fue y ella acostumbrada a los portazos respiró aliviada, pues tenía toda la mañana por delante de tranquilidad.

Llegó el medio día, todo preparado para comer arroz con pollo y una ensalada. A él le encantaba el arroz, pero hoy no...

-!Qué le echaste al arroz, esto no se lo comen ni los perros!, gritó.

-¿Preparo otra cosa?, preguntó ella.

!Anda y cállate ya!, respondió él. Quedó callada y él se comió el arroz, pero a ella no le entraba más. El apetito se fue.

Él también se fue. De nuevo un portazo y de nuevo Marta sola, con su niño, disfrutaba de unas horas de armonía.

Salió a pasear al parque y allí sentada en aquel banco, mientras su niño jugaba ella miraba a esa otra gente. A esos matrimonios que allí estaban y en su interior silencioso pensaba:

-¿Serán todos así?. Y le vino a la mente el recuerdo de aquel día que se conocieron. Ella bailaba en aquella fiesta y él se le acercó sonriendo y le dijo:

-Rubia, te hago un trato: Tú te casas conmigo y yo te hago la mujer más feliz del mundo. Marta sonrió y empezaron a tratarse. Se enamoró y lo demás vino solo.

La noche llegó, otra vez algo hizo mal. Otra vez esa voz que grita y esas quejas. Pero algo ocurrió, ella no escuchaba, sólo podía oír otra voz, era su interior silencioso que le hablaba muy bajito y le decía:

-Si no eres feliz, rompe el trato.

Repitiendo una y otra vez lo mismo en su cabeza. Hasta que él dio un fuerte puñetazo en la mesa y ella lo miró y sintiéndose más fuerte que nunca le dijo:

-¡Rompo el trato!

¡De qué hablas, estás tonta o qué!, le replicó él.

-¡Rompo el trato!, repitió ella. Fue un mal trato, el día que nos conocimos lo dijiste. Te casas conmigo y te haré la más feliz. Yo me casé contigo pero tú no me haces ser feliz, así que lo rompo. No seré yo la que despierte mañana rezando para que estés de buen humor. No seré yo la que no sepa con qué vestirse temiendo que no te guste. No temeré más a que la comida un día esté sosa. Tu ánimo no condicionará más mi vida. No puedo estar un día bien y seis mal según tu humor. No puedo. No quiero.

Y Marta junto a su niño se fue... a vivir su vida.

Dedicado a esas mujeres maltratadas tanto física como psicológicamente. Hoy desperté con la triste noticia de tres mujeres muertas a manos de sus parejas. Cada una es una historia y no es nada fácil. Pero si no eres feliz...

¡Rompe el trato!

La foto es de Wikipedia.

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