Escrito por: Malgara García
Categoría: Historias de los usuarios

Prólogo
(de la redacción)

Mandíbula del Hombre de Zafarraya

“El hombre puede actuar en el margen que la naturaleza le ofrece, según también la capacidad de adaptación de las comunidades humanas organizadas. Este criterio científico da la clave del asentamiento humano en el Llano de Zafarraya, porque este constituye un maravilloso marco natural que tuvo siempre unos poderosos recursos de abastecimiento, que facilitaron el desarrollo de la comunidad humana que desde hace miles de años se asentó en estos parajes.”
José A. Moreno. Zafarraya. Ayuntamiento de Zafarraya, 1987. 


Por el año 1975, algunos investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada y de la Diputación Granadina, hicieron diversas exploraciones por los distintos yacimientos prehistóricos del Llano. A raíz de varias denuncias recibidas en el Museo Provincial de Málaga, referentes a espolios cometidos en algunas cuevas de la provincia, decidieron enviar a un grupo de científicos capitaneados por al arqueólogo Cecilio Barroso, que empezando con una pequeña subvención del Patronato de la Cueva de Nerja, realizaron uno de los descubrimientos más sorprendentes, en lo que a prehistoria humana se refiere en las últimas décadas.
La cueva del Boquete de Zafarraya, situada al norte del término municipal de Alcaucín y limitando con el Llano de Zafarraya por Ventas de Zafarraya, es una cueva de la Sierra de Alhama que mira al sur y que se encuentran a unos 1.100 mts. de altitud. En 1.982, se descubrió un fémur perteneciente a un homínido a unos 2,5 mts. de profundidad que entre otras características, se cree que pudo ser objeto de canibalismo ritual. Pero el mayor de los descubrimiento, se efectuó en 1983, cuando a unos 3 mts. de profundidad apareció la que según los expertos, es la mandíbula de Neandertal mejor conservada de cuantas se han encontrado en el mundo.
Este podría ser sin duda uno de los primeros pobladores del Llano. En palabras del propio José A. Moreno, autor del libro “Zafarraya”, “...se llama a este yacimiento con el nombre de Boquete de Zafarraya, por su proximidad al mismo, porque sus prehistóricos moradores vivían del Llano y por el caluroso recibimiento que los habitantes del Llano hicieron al equipo investigador...”.
Desde entonces (la época de los Neandertales) y hasta ahora, el Llano de Zafarraya ha sido y sigue siendo lugar de paso entre el interior y la costa, como bien demuestran estos y otros hallazgos arqueológicos, de multitud de civilizaciones, que tras su paso han ido dejando su impronta en las personas, las costumbres, etc...
Una de las jóvenes que participaron en aquel hallazgo, convertida hoy en arqueóloga reconocida, ha querido contribuir a enriquecer la historia común de todos los que de alguna manera estamos relacionados con estas tierras enviándonos un relato que se titula “Pues claro que somos primos...” en el que nos cuenta de una forma actual y muy amena, algo que sin duda se encuentra grabado a fuego en lo más profundo de nuestros sentimientos.
Esperamos que disfrutéis leyéndolo tanto como nosotros publicándolo.

 

¡Pues claro que somos primos!

Un día, hace mucho, mucho tiempo, nuestros abuelos neandertales de Zafarraya se aventuraron a bajar a la playa (a pesar de la rima tan evidente que da para un terceto, iban sin bikini de rayas, seguro). Por Torre del Mar, cerca de la desembocadura del Vélez, sus oscuros ojos se nublaron con la brisa marina, la sal les escoció en las pupilas y lágrimas de placer mojaron sus serios rostros barbudos cuando probaron las coquinas y las sardinas al espeto.

Ya sé que suena a película, pero algo se sabe de las emociones de estos ancestros y, por otro lado, también conocemos el empleo del fuego de forma intencionada por parte de sus antecesores, los erectus, por lo que los frutos del mar cocinados de forma simple en la misma orilla, es algo remoto. De todos modos, este conmovedor inicio se debe, básicamente, a que me viene bien para la narración.

Obviamente proliferaron familias numerosas que fueron ocupando toda la zona, sin perder nunca de vista el mar y el Boquete, al que iban periódicamente para reuniones de parientes, hacer algún que otro ritual antiguo y pasar los calurosos meses del verano al fresco de la sierra.

Con el paso del tiempo y la complicación de la vida humana, estas personas que, ciertamente debieron desarrollar una deriva genética especial -algo parecido a lo que ocurrió en las islas Galápagos con los lagartos- optaron por elegir parajes dispersos para vivir, lugares agrestes, poco concurridos, alejados de las rutas habituales por las que fueron llegando los cromañones, los fenicios, los griegos, los romanos,…

En textos históricos fueron descritos como seres hoscos y huidizos, en otras ocasiones, directamente se les califica de duros y audaces y a menudo se les confunde con maleantes, bandidos, contrabandistas, bandoleros.

Hace poco -en historia un par de siglos no son nada- quisieron recuperar la llanura que se extiende tras la cueva madre. Allí tuvieron que luchar duro con gente que los despreciaban y que querían expulsarles de las tierras que les vieron nacer, allá por la helada noche de la Prehistoria. Las crónicas de sus oponentes no escatiman en malintencionados piropos, ni en la recreación de escenas cruentas donde los zafarrayenses desplegaban innumerables capacidades para las fechorías.

En las largas veladas invernales de la Axarquía, hasta poco antes de que se encendieran los televisores, se han contado leyendas y cuentos fantásticos y nosotros, los niños que los oíamos, no éramos capaces de comprender que se trataba de stories antiquísimas, como tampoco nos veíamos con un aspecto especialmente diferente de la población de otras regiones. Sin embargo, siempre han existido una serie de comprobaciones curiosas, un reconocerse, un regusto por ciertas cosas, un algo que te vincula a las sensaciones más primarias; incluso podríamos hablar de parecidos razonables, ese aire de familia que jamás se pierde.

Vista panorámica del Boquete desde la Axarquía

Finalmente, con la E.G.B. y los documentales de la 2, ha sido cuando hemos podido vislumbrar fascinados que en realidad somos ellos, algo más desarrollados –algunos, incluso más sofisticados- con ropajes y técnicas diferentes, pero que no somos ni moros ni cristianos –una de las grandes controversias de al menos media Península-, sino que en realidad somos neandertales y es innegable que -unos más, unos menos- todos tenemos un puntillo. Así que, los del alto llano y los del profundo valle, somos primos -¡más que primos, diría yo!- y nuestro ADN se hunde en las profundidades mitocondriales de los primitivos antropoides.

Y es que no debemos menospreciar los épicos esfuerzos de los seres humanos. Una alumna de secundaria lo resumía gráficamente en un examen de Historia: “y al mono se le cayeron los pelos, y sintió frío,… pero se aguantó”. ¡Vaya jugarreta del destino! Pero, claro, por otro lado, ahí está el espíritu, el mono se aguanta con un par. Jodido, pero con coraje.

La hipótesis de la evolución humana a partir de un simple problema de alopecia es, a todas luces, absurda. Sin embargo, no más absurda que otras explicaciones que se escriben en libros y que se enseñan a millones de mentes infantiles incautas. Esta chica no es que mande al paro a cientos de científicos, tampoco es que destroce el creacionismo, es que no tiene ni la más remota idea del tema (por cierto, suspendió el examen).

Pero ha sido capaz de captar el valor del esfuerzo, el impulso imparable de la supervivencia, seguramente el mismo que habitó en los desnudos cuerpos peludos, en los cerebros poco dotados para la conceptualización, en los precarios aparatos fonadores, en los escasos fundamentos simbólicos, en las rudas manos limitadas para la destreza, en una anatomía especialmente diseñada para las glaciaciones, en el parco bagaje de útiles y herramientas, en el incompetente y robusto homo que no soportó la tecnología de los modernos. Aún así, siguiendo a dos conocidos resistentes -Goscinny y Uderzo- nos atrevemos a exclamar ¡¿Todos perecieron?! ¡No! Algunos se adaptaron y, aunque sea de tarde en tarde, aún siguen deambulando felices por el último hogar de su especie.

MALgara García Díaz
Octubre 2007
En reconocimiento a todos los primos de Zafarraya, Las Ventas, Alfarnate, Periana, Mondrón, Los Romanes, Rubite, Los Vados, La Loma de la Choza, Portugalejo, La Puente Alta, Los Millanes, Alcaucín, Riogordo,…